La importancia de Cartagena como una de las principales ciudades romanas del Mediterráneo Occidental hizo posible la venida de cristianos desde época muy temprana, consolidándose posteriormente una importante tradición que hacía de la ciudad portuaria el inicio de la predicación del Apóstol Santiago en Hispania. Figuras como la de los cuatros santos hermanos de Cartagena (Leandro, Isidoro, Fulgencio y Florentina) o la del reconocido obispo san Liciniano, manifiestan una Iglesia floreciente, a la que se suman otros testimonios históricos e importantes vestigios arqueológicos como el Martyrium de La Alberta, la Basílica Paleocristiana de Algezares o el yacimiento de la ciudad episcopal de Begastri.
En 1250, tras la reconquista por el infante Alfonso X el Sabio, se restablece la Diócesis de Cartagena, trasladándose en 1291 la sede a la ciudad de Murcia. La presencia de varias órdenes militares consolidó los asentamientos de población cristiana en determinadas áreas del antiguo Reino de Murcia. El territorio diocesano se extendía por parte de las actuales provincias de Alicante, Albacete y Almería, quedando ya circunscrito a mediados del siglo XX a la actual Región de Murcia. Al establecimiento de parroquias en los principales núcleos de población se sumó la presencia de las más importantes órdenes religiosas diseminadas por toda la diócesis.
A finales del siglo XVI se fundó el Seminario Conciliar de San Fulgencio, importante centro de formación del clero diocesano, nombrándose al mismo santo patrono de la Diócesis. El siglo XVIII, y gracias al impulso de prelados como el cardenal Belluga, se llevó a cabo una importante renovación de templos y conjuntos artísticos, destacando la figura del genial escultor Francisco Salzillo, cuyas obras constituyen uno de los más valiosos legados artísticos de fe en la Diócesis de Cartagena.
La Catedral de Santa María de Murcia es la sede de la Diócesis de Cartagena, en ella destacan importantes obras como la Capilla del Marqués de los Vélez, excepcional ejemplo del gótico tardío; la de Gil Rodríguez de Junterón, de refinado estilo renacentista; la suntuosa torre o la grandiosa fachada barroca del siglo XVIII. Alberga en el antiguo claustro del siglo XIV el Museo Catedralicio, máximo exponente del arte sacro en la Región de Murcia.
